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Las últimas de la temporada; entre la ninfa y la seca pasando por el tandem


Estaba deseando encontrar un día típico de final de la temporada con cierta temperatura y buen tiempo para aprovechar una posible eclosión, tal vez siendo optimista hasta un sereno… estos son los recuerdos que me quedaban del verano. Entre el trabajo y que ya había abusado mucho de la familia a lo largo de la temporada veía que se acababa la temporada y no podía despedirme dignamente de ella.
Al final tuve la suerte de encontrar de cara todos los astros: en el trabajo encontré un hueco, el tiempo acompañaba de forma esplendida y después de cumplir encargos y quehaceres con la familia pude, por último, liar a mi amigo Enedino a una escapada en un río Castellano Leones (perdón por no dar más datos, pero creerme que en muchos ríos de la región pasó lo mismo que voy a relatar, no era cuestión del sitio, sino del día).


Por fin, cuadramos la salida desde la ciudad, por el camino íbamos hablando, como no, de pesca y política hasta que llegamos a un bar que nos ofreció un bocata de excelente jamón de bellota… vaya, la mañana empieza tan bien que volvimos a cebarnos con otro bocatín.
Y por fin, después de un buen trecho que se pasó rápido a base de hablar y planificar el día, llegamos a la orilla del río. Hacia bastante frío a primera hora y un pastor que había nos informó de la evolución del precio del cordero y de las lluvias de hace unos días. Estas lluvias dejaron además un descenso térmico sustancial, de ese que nos barrunta el otoño-invierno.
Me visto de faena, me abrigo, que no se me olvide nada, te enseño mis últimas elaboraciones en mosca, te comento que tu hilo no es lo mejor y por ultimo un traguito de la bota y a buscar un hueco. Estuvimos andando por la orilla una media hora, buscando signos o cualquier otra cosa que nos permitiera, o al menos, animara a empezar a pescar. Como no había ni eclosión, ni cebada, ni se la esperaba debido a la temperatura, nos fuimos a pescar a los chorretes. Claro, que pones en el chorrete, pues dado el caudal y temperatura, unas ninfitas variadas.
En esta época las truchas no son muy tímidas y su naturaleza e instinto las lleva a comer todo lo que puedan en preparación de la freza y el invierno. Además, este era un tramo libre, el cual hacía ya unas semanas que no se pescaba con muerte. Pensándolo bien, no esperábamos grandes pescatas, pero al menos una despedida digna.


A medida que transcurría la mañana, el sol empezaba a calentar y las picadas a nuestras ninfas se dejaban notar. Claramente veíamos y sentíamos que las truchas no estaban para nada inactivas, estando en la vena fuerte de las corrientes. Aquí abro un inciso para comentar mi experiencia a lo largo de los años, donde en un mismo día he visto y notado como las truchas suben y bajan a lo largo del río, como se sitúan en las orillas a primera y última hora, como cuando hay eclosión se ponen en la vena de la corriente y lo más espectacular – ya sabido, pero no por ello bonito de ver- como las truchas grandes, gordas, viejas y astutas elijen primero y el mejor sitio. ¿Qué sitio es ese os preguntareis? – esto me lo pregunto yo todos los días – pues sencillamente aquel donde tienen comida, refugio y cama. En este caso concreto, cuando hay eclosión, nuestras pintonas astutas y conocedoras del río se ponen donde llega la comida, sin hacer esfuerzo y resguardadas de pescadores, cormoranes y demás fauna ictícola ibérica.


Dejadme comentar, ya que el reo es mi gran pasión y prisión a la vez, que este comportamiento lo tiene también el reo, pero para este pez migratorio, quizá más acentuado.
Bueno, no me despisto y sigo con nuestro día de pesca. Como digo, las picadas se iban sucediendo con relativa frecuencia y Enedino me comenta que parece mentira que un tramo tan trotado a lo largo de la temporada, todavía guarde tanta trucha y alguna tan maja. Pues la explicación a esto sinceramente, es que la época del año, previa al invierno y freza, las convierte en truchas más confiadas y necesitadas de comer como sea todo lo que puedan. También el hecho de haber estado unas semanas con menos presión de pesca y mas ”fina” (ya que a mosca/ninfa se hace menos ruido que a otros cebos digamos metálicos o pesados) favorece que nuestras amigas se escondan menos.


Así transcurría el día hasta la hora de comer, una sucesión de chorretes y corrientes ponen a nuestra disposición las echadas correspondientes para ir sacando una tras otra, disfrutando del día, viendo lo bonito que esta el río y respirando ese olor a campo, humedad y buena compañía.
Como yo también soy astuto, viendo un buen chorrete con piedras hundidas que erosionan el fondo del río, creando una zona de remanso por el fondo del río, pero chorro fuerte en la superficie, invito cortésmente a Enedino a un cigarro para comentar las ninfas que han funcionado durante el día. El propósito de esta maniobra es coger el sitio bueno a Enedino, quien se queda saboreando el cigarro y como es un caballero, me dice “adelante, prueba tú, que alguna deberías sacar!”… que bueno, me centro, estudio en detalle la profundidad y monto un tándem de ninfas, la de arriba una oreja de liebre y la de abajo una de faisán lastrada para que por lo menos baje bien y rápido donde supongo que esta mi amiga.
Al primer lance no logro poner las ninfas donde yo quiero, gghhjj… todo tipo de palabras salen de mi boca, pues seguramente no me de otra oportunidad. Repito la operación y al final del recorrido noto un tironcito. ¡Vaya, ahora sí que se ha fastidiado el tema! Esta ya no repite pensé inmediatamente, pero al instante siguiente y dado que mi pulso y tacto no es muy bueno (yo soy de la escuela de los que no pescaron mucho a cebo y por tanto aunque tengo sentido del río, no tengo ese tacto para seguir el hilo, el puntal o el sentir del tándem caña-hilo cuando se pesca a ninfa).
Bueno, volvamos a probar, total, alguna pequeña puede quedar. Siguiente lance y movimiento brusco de la caña hacia el fondo… que bueno, ya sabía que ahí había pescado. La trucha empieza a tirar hacia su refugio y es en ese momento cuando siento que no es una trucha menuda, sino todo lo contrario. A sufrir toca, máxime con los anzuelos sin muerte, que a veces, solo cuando la ocasión lo merece, nos juegan malas pasadas. La pintona se retuerce, pero no sube ni un ápice hacia arriba, da cabezazos y tirones en el fondo (bendita sensación, es como tener un reo!), sigue enrocada en su postura hasta que se arranca río abajo, dando un salto. ¡Madre mía! Tendrá más de 40 cm y está bien rolliza. Ella lo sabe y aprovecha su fuerza más la de la corriente. Bajo un poco y aprieto el freno, por suerte ayer cambié el hilo y sé que aguanta bien. Lucha, se enroca en el fondo y piedras, da carreras hasta que empieza a subir, cada vez más, dando zapatazos en la superficie. Enedino esta atento y listo con la cámara de fotos, no con la sacadera. Por fin la trucha viene y tras dos intentos va a la sacadera – caray, no sabía que mi sacadera era tan pequeña.
A continuación hacemos fotos, miramos las ninfas y dejamos a la trucha que vuelve suavemente a su escondite… el próximo año esperamos encontrarnos de nuevo.


¿Qué hemos aprendido hasta ahora? Tres lecciones:
1. Hay truchas donde parece que no las hay a estas alturas de la temporada.
2. Los días otoñales son perfectos para pescar, menos agua, pero trucha más hambrienta.
3. Creo que la ninfa, dentro de un orden, no es lo importante, sino la presentación, el mimetismo y la dulzura en el lance – antes os decía que yo no tengo mucha habilidad en la pesca “al tiento”, pero en cambio soy muy sigiloso y observador, todo no se puede tener, sino seria campeón de mi comunidad de vecinos.
Después de comer, todo cambio, las eclosiones de olivitas (o parecidas) se sucedían y empezaron a cebarse, ¡parecía un sereno a las 3 de la tarde! Pues nada, cambiamos los aparejos, que a veces nos da pereza, y ponemos nuestras mejores líneas de pesca, en mi caso una línea 3 para una caña del número 3.
Enedino se mete por un terraplén y me señala una buena poza. Buena no, inmejorable, ahí se las ve, sin vergüenza alguna comiendo olivitas. ¡Tírale a aquella Enedino, la de debajo del árbol! Otra!, ¡repite, acércate!...vaya no están tan fácil como parece.
Estas pintonas saben lo que es la pesca con mosca seca. A medida que vamos lanzando, la cebada sube 30 cm río arriba. Así no hay manera, leñe!, lanza largo. ¡No así tampoco que se van!
Descanso para repensar. Solución, bajo más largo y más fino, y de mosca una emergentita pequeña, del 20 y color oliva pálido. Esta si funciona, pero tampoco es mágica. Hay que hacer paradas pues a medida que subimos el agua va llegando hasta el ombligo y más… tanto fuerzo el lance y la aproximación que de repente me voy al agua. Aquí se acaba todo, bueno, ellas siguen, yo quiero seguir, pero la tiritona no me deja hacer el nudo perfecto.
Salgo del agua, me seco, me fumo un cigarro y vuelvo a la tabla, ya queda poco tiempo y presumo que en breve se acaba la eclosión y nuestro día de pesca. Con cierta prisa, pongo un tándem, arriba un trico peludo para verlo bien y abajo un perdigoncito del 18. Pienso que esas pintonas astutas se ceban a la emergente y no a la seca, esta propuesta tiene que ser definitiva, allí que voy, saco línea, fijo los pies para no resbalar, veo la onda de la cebada, lanzo y me quedo viendo como el trico peludo va bajando por el río. Zas, se han comido el tricoptero!! No entiendo, sino querían casi las micro emergentes, como es que se come el trico, que no eclosiona nada de eso ni parecido. El resultado fue una bonita trucha de más de 35 cm. A mí que me lo expliquen, un tipo sesudo, estudioso y viajado como yo no encuentra explicación. Así que, aquí acabo mi relato, esperando que alguien de vosotros me lo explique.
Por cierto, el trico era de oreja de liebre y ciervo, la trucha fue devuelta como no puede ser de otra forma y nosotros volvimos con una sonrisa y relajación como las que tienes un día de esos buenos en todos los sentidos, hasta la próxima amigos.

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